El cine de Doña Amelia



HISTORIAS PARA EL CINE
EL CINE DE DOÑA AMELIA,
UNA HISTORIA EN LA CIUDAD DE GUATEMALA

Edgar Barillas

Tras los terremotos de diciembre de 1917 y de enero de 1918 que destruyeron la ciudad de Guatemala, hubo pérdidas de bienes -entre tanto daño y tanto sufrimiento- que no se cuantificaron. Es más, pasaron inadvertidas a no ser para sus poseedores. La producción filmica nacional –por muy escasa que fuera-, por ejemplo, se perdió entre los escombros de la languidecida capital. También los lugares en donde la población buscaba entretenimiento y la cultura de masas presta acudía a brindar satisfactores, como los edificios destinados a las proyecciones de cine, sufrieron daños severos. Se destruyeron por completo salas de teatro y cine como la del Teatro Olimpia. Otras pudieron ser reabiertas como el Teatro Europeo o el Teatro Renacimiento, que funcionó en el deteriorado Teatro Colón y que eran lugares en donde el séptimo arte compartía con el arte de las tablas. Las nuevas salas debieron atender las nuevas disposiciones que buscaban prevenir los daños ocasionados por los sismos. Esta es la historia de la construcción de una de ellas, el Teatro Guatemala, la que nos permite acercarnos al Centro Histórico de Guatemala en aquellas épocas de ansiedad y de esperanza.



UN MEM0RIAL AL SR. MINISTRO

Doña Amelia se cuida muy bien de encabezar su memorial al Ministro de Fomento, citando el telegrama del Dr. Don Manuel Estrada Cabrera. Un brevísimo saludo y la transcripción del telegrama:

A Amelia S. de Sánchez
12 Av. Sur 43
Telégrafos Nacionales. República de Guatemala.
C.K.S. D.H. De La Palma 10 de Nov. de 1918
Recibido en Gmla. a las 9. h. 30 m. Receptor J. C.

Corresponde la resolución del asunto de usted al Ministerio de Fomento y a la Municipalidad, a quienes puede ocurrir, que sin duda será atendida. Correspondo con igual sentimiento al cortés saludo de usted.

Estrada C.

No es mucho. Pero es del Dr. Don Manuel Estrada Cabrera, el Señor Presidente, al que entre trago y prosa irá retratando Miguel Ángel Asturias desde los mendigos del Portal del Señor. Y Doña Amelia le extrae el máximo provecho:

“Confiada en el digno ofrecimiento del Señor Presidente..." inicia su memorial al Ministro.

Ya no es Doña Amelia Solares v. de Sánchez, en este noviembre de 1918, la joven hermosa de cabello recogido, aretes diminutos, el vestido con una cola que se arrastraba en el piso y ceñido al cuerpo para lucir más sus galanuras, que posara con aires de náyade de Rubens en un estudio alfombrado y de cortinajes para la fotografía que apareciera en la Galería de Bellezas en la Página Literaria del diario más importante del país en el verano de 1909. Aquella vaga candidez reflejada en la fotografía, que matizaba el ramo de flores que sostenía en las manos, había desaparecido. Sus escritos de 1918 y 1919 pintan a una dama fría, madura, acostumbrada a que se le cumpla cuanto solicita. La persistente reticencia a incluir en su firma la "v." que expone su viudez, da pábulo a suponerla ajena a las súplicas y a los mimos. Más aun, estos cambios acrecientan la sospecha de que aquella fotografía de la Galería de Bellezas incluía la conocida treta de publicar fotografías de una juventud que ya no lo es tanto. Ahora se encuentra escribiéndole a Don Luis Mendizábal, Ministro de Fomento, retorciendo a su favor una comunicación telegráfica aséptica como las que acostumbran para no comprometerse los funcionarios públicos. El propósito del memorial al ministro es solicitar la autorización para construir un Cine-Popular.
Expone Doña Amelia que las diferentes causas que llevaron a tan alto precio el valor de las entradas en los Salones Cinematográficos y que hacen del todo difícil tal clase de diversiones para los proletarios, "le ha traído el proyecto" de construir un pequeño Salón de Cine Popular, que por sus condiciones favorables y morales permitirá la diversión de la gente proletaria. El proyecto, según explica la Señora de Sánchez, es un edificio de bajareque asísmico, que construirá en una esquina de la 14 calle oriente y 12 avenida sur y que podría estar terminado a principios de enero (de 1919).

“Tendrá las mayores comodidades para el público”, dice. “El valor de las entradas será un 25% menor que las que cobran los salones actualmente abiertos, aunque después mejoren las condiciones”.

Doña Amelia no quiere dejar escapar posibilidades de rechazo pero tampoco imposiciones: que se someterá a toda clase de censura imparcial que el Ministerio u otra autoridad competente tengan a bien designarle, una vez en funcionamiento el salón.

La solicitud no es tal que pueda causar el menor perjuicio a la clase proletaria, continúa la peticionaria. La sencillez, la descencia (sic) y la economía, serán con la moralidad, sus fundamentos, proporcionando mayores comodidades y ventajas y mejor clase de diversiones que la de los salones actuales. Del gobierno no se espera apoyo económico sino sólo moral. Las funciones serían con las formalidades comunes a espectáculos de igual naturaleza y en los días martes, jueves, sábados, domingos y días festivos que convengan así a la empresa, con previo conocimiento de la respectiva autoridad. Los domingos y días festivos habrían dos funciones, matinés y por la noche. Se comprometía la Señora de Sánchez a dar dos funciones a niños de escuelas públicas o el producto de ellas para las casas de beneficencia. Su solicitud, dice, y propósito son los más favorables que se puede dar para esta clase de diversiones, dedicadas a la gente proletaria y, además el edificio, aunque sencillo, contribuirá en parte al resurgimiento de la capital.

De hecho, cualquier visitante que por primera vez se aproximara a la Ciudad de Guatemala en aquellos días de finales de 1918, podría haber pensado que una terrible desgracia acababa de ocurrir. La población vivía en improvisadas construcciones en los parques y terrenos circundantes, mientras en los solares se amontonaban los escombros de la que fuera la sede de la Capitanía General de Guatemala en las postrimerías de la dominación española. Pero ocurría que los destrozos ocasionados por los terremotos de diciembre de 1917 y principios de ese 1918 no habían sido reparados. La gente estaba desesperada por lo que señalaban como pasividad del gobierno y el clima político comenzaba a caldearse. Estrada Cabrera, el Señor Presidente, había cumplido ya veinte años en la presidencia y su sistema de gobierno petulante y sátrapa estaba carcomido por su "vejentud'. Lo mantenían la inercia y los esbirros, tanto los del garrote como los de la pluma.

Pero en aquellas gentes que sobrevivían prácticamente en la intemperie, que habían pasado hambre y sed, soportado los fríos de enero y los calores de abril y mayo, que se habían empapado con las lluvias de junio a octubre, que vivían la angustia del desempleo o del subempleo, que habían ya perdido la esperanza de una ayuda para salir de aquellas miserias, volvían sus pensamientos hacia el déspota atrincherado en su refugio de La Palma. Los ricos, como siempre, habían sido los que mejor se habían acomodado a las consecuencias de la catástrofe. Inmediatamente después de los primeros sismos devastadores pusieron a salvo a sus familias sacándolas con los bienes muebles posibles en tropelía hacia la estación del ferrocarril para que éste las llevara a sus propiedades en la costa sur. Los que se quedaron para cuidar la imagen, las inversiones y los mecanismos del sistema, se ubicaron en campamentos de elite, con sus comodidades y su servidumbre en lugares exclusivos como el parque Isabel La Católica. Estas opulencias y la inmovilidad del gobierno para resolver las dudas de la población, hacían crecer el descontento de las masas en las faldas del Cerrito del Carmen, en los campos de Gerona o en el hacinamiento del Parque Central. La figura del Señor Presidente, magnificada por el boato de las minervalias y de ese invento genial del cinematógrafo, estaba ahora más venida a menos que nunca. Las murmuraciones en las covachas y las prédicas cada vez más estridentes en las iglesias, presagiaban las alianzas entre los adinerados -ahora con el vestuario del unionismo centroamericano- y los obreros y artesanos que darían al traste con el déspota al cabo de veintidós años en el poder.


INTERTÍULOS PARA UN
TRÁMITE EN BLANCO Y NEGRO

En aquella "terremoteada" ciudad, entre las conspiraciones de la oposición al déspota y las reverencias de los acomodaticios, el memorial de Doña Amelia se convirtió en expediente gracias a la magia de la burocracia.

El mismo día de recibido, 13 de noviembre, el ministro lo envió a la municipalidad con un dibujo adjunto "para que se sirva informar al Despacho de Fomento oportunamente". No era cosa del Señor Ministro contrariar a una dama que poseía un telegrama del semidios. Pero en el ayuntamiento capitalino las influencias reales o supuestas de la Señora de Sánchez toparon con los funcionarios grises y sin rostro de los recovecos administrativos, si nos atenemos al hecho de que tardaría un mes en volver el expediente a manos del ministro, con un adelanto más bien simbólico. La alcaldía envió la solicitud al Juzgado de Policía y Ornato y al Comisario de ramo. El juzgado ordenó la inspección el día 22. El 26 el Inspector Municipal informa al Sr. Alcalde que el día anterior se constituyó en el sitio donde se pretende construir el cine y que no habiendo ninguna construcción y siendo bastante amplio como lo es, no encuentra ningún obstáculo para que se construya el salón. Pero, dice el inspector, antes de dar la primera función debe darse aviso para proceder a una nueva inspección. En lo que respecta a precios de entradas y demás condiciones nada puede informar pues no le corresponde. El trámite que sigue tiene dejos de letanía: el 3 de diciembre en la municipalidad se anota que primero se construya el edificio y después se dictaminará si puede o no servir para espectáculos; el 5 de diciembre se ratifica que es prematuro un informe municipal sobre el proyecto; el 6 la municipalidad aprueba el dictamen antecedente; el 7 de diciembre se devuelve el expediente al ministro de Fomento, quien lo revisa el día 12, es decir, cuando se cumple un mes del primer papeleo.

Como en toda América Latina, el cine llegó a Guatemala tan sólo unos meses después de su primera presentación en París por los hermanos Lumiére. En el local No. 11 del Pasaje Aycinena se realizó la primera exhibición un 26 de septiembre de 1896 y el éxito lo acompañó desde entonces. Más tarde, los delegados de los Lumiére estuvieron en el país con sus aparatos de proyección y filmación contagiando el entusiasmo por las imágenes en movimiento. Ellos fueron los que registraron las primeras películas con imágenes de Guatemala. Los nombres de cineastas guatemaltecos comienzan a aparecer hasta la segunda década del siglo XX, conociéndose que Ramiro Femández Xatruc y Mario Estrada hicieron tomas de aspectos de la tradición guatemalteca, entre ellas procesiones y ferias. En 1912 se realizó un filme de ficción llamado El Agente No. 13, siendo Alberto de la Riva el realizador. Adolfo Herbruger y Alfredo Palarea realizaron en 1915 una primera versión de El Hijo del Patrón, película que se destruyó con los terremotos de 1917-18. Precisamente, en ese año de 1918, un cómico venido a Guatemala con la compañía de ópera y zarzuela de los Hermanos Uggetti, Fernando Flaquer filmó conjuntamente con Ramiro Fernández Xatruc un cortometraje, el cual fue presentado en el Teatro Variedades ese mismo año durante un "beneficio", aquellas funciones en las que se proyectaban varios filmes con propósitos de beneficencia. El público gozó viendo a Flaquer bajar y subir a los tranvías tirados por mulas en la ciudad. Los cortos guatemaltecos se incluían de cuando en cuando en los programas de películas extranjeras que aparecían regularmente en las carteleras. Uno de los temas preferidos por los noveles camarógrafos eran las “Minervalias”, que no eran sino ostentosos desfiles escolares dedicados a la diosa de la sabiduría y realizados en homenaje al patriarca. Hacia los estertores de la dictadura de los 22 años, los espacios oscuros de los cines eran centros de evasión y de persuasión. Eran unos de los pocos pilares en pie de la satrapía en aquella ciudad y país en escombros.


UN NUEVO PERSONAJE A ESCENA. EL FUNCIONARIO QUE CUMPLE CON LA LEY Y LOS REGLAMENTOS

No fuera a ser que se dijera otra cosa, don Luis, el Ministro de Fomento envió rápidamente la documentación al Director General de Obras Públicas con la orden de que informe sobre el proyecto. Don Santiago Romero, el Sr. Director General, no es un hombre que tome a la ligera las cuestiones del ramo. En una semana, el 18 de diciembre de 1918, está contestando al ministro que, de conformidad con el Reglamento de esa Dirección, conviene que antes de construir el Salón,

“se presente el plano y el proyecto hecho y firmado por un ingeniero o Maestro de Obra de reconocida idoneidad, acompañándose además el estudio del método de construcción mejor y más adecuado que convenga elegir”.

Indica Romero que eso es para esa obra y otras que afecten en algo el derecho público. Agrega don Santiago que el diseño que ha presentado la Señora de Sánchez es insuficiente para poder resolver respecto a las seguridades que preste el edificio ya concluido.

Con la premura acostumbrada, al día siguiente (19 de diciembre) ya está la Secretaría de Fomento ordenando que se haga del conocimiento de la Sra. v. de Sánchez el informe de Obras Públicas y solicitando que se reponga el papel gastado en el trámite. Un día después, un enviado de doña Amelia, don Manuel Calderón Ávila es enterado del informe de Romero.

Doña Amelia no pierde tiempo. A pesar de que ya comenzaron las posadas y el ciclo de tradiciones navideñas está en crescendo, contacta a la firma Puente Hermanos para que se encargue de los aspectos técnicos, que ella procurará los otros. Para el Día de Reyes (6 de enero de 1919) la vemos presentando al Ministro Mendizábal “en cumplimiento de lo ordenado por ese Ministerio de su muy digno cargo” y “de acuerdo con el Reglamento de la Dirección General de Obras Públicas”, dos copias del plano del edificio del Salón de Cine Popular que ya está construyendo y que llevará el nombre de Teatro Guatemala. Por supuesto, no deja de señalar la suficiente idoneidad de los señores Puente Hermanos. En seguida resume el método empleado en la construcción, toda una radiografía de las construcciones posterremotos. Las paredes A y B (fondo y derecha) de calicanto, reforzadas con encasquillado de madera formando las llamadas Cruces de San Andrés. La pared C, de madera, pues da a los cuartos-barracas (lo que no deja de ser una curiosidad para una sala de cine). La parte D (frente) consta de tres partes: taquilla para venta de boletos de primera clase (luneta), el vestíbulo y la taquilla de segunda (galerías). Indica la Sra. de Sánchez al ministro, que el edificio todo será de madera y quedará sostenido también por dos fuertes pilares de bazas. En el lado A se construirá el escenario y dos vestidores, también de madera. Pero aún hay más. Según doña Amelia, el techo será algo novedoso. No usará teja de barro, lámina o "cualquiera otra cosa", sino una tela nombrada ruberoid, la cual, además de no presentar ningún peligro al público, por sus cualidades especiales de no alterarse con el cambio de temperatura, presta por lo consiguiente la de conservar una temperatura normal en el interior aunque la concurrencia sea mucha. Un enrejillado de madera de 22 pulgadas de alto garantizará la ventilación. Se usará el sistema de tijeras dobles de madera. En resumen, dice, se sigue el diseño de los teatros de ciudades poco populosas de Estados Unidos. El teatro contará, además, con un buen servicio de agua, la cual será convenientemente distribuida. Para finalizar, doña Amelia señala que con dicha diligencia cumple con lo preceptuado en el Reglamento respectivo y solicita al Ministro ("a quien presento mis respetos") se sirva ordenar se practiquen las inspecciones que correspondan.

Con una prontitud digna de las mejores causas, Don Luis Mendizábal, el ministro, ordena enviar el expediente y los planos a Obras Públicas, el mismo Día de Reyes. Alguna instrucción que nos es desconocida hubo además de la remisión del expediente, puesto que el parsimonioso Director General se halla el día siguiente (7 de enero) enviando el resultado de la inspección. Lo consignado en este documento por Santiago Romero debe haber alterado a la enjundioso Sra. de Sánchez. Dice el director de Obras Públicas que tiene conocimiento que los señores Puente no son directores o ejecutores de la obra de doña Amelia. Además, la construcción deja mucho que desear. Viene realizándose con mucha economía y con métodos no de los mejores. En esas condiciones sólo podría autorizarse provisionalmente “mientras duren las condiciones anormales” (se refiere a la ciudad aún no reedificada) y por la escasez de edificios para el objeto. Para una resolución final, dice Director General, conviene esperar la conclusión del edificio. Agrega una expresión con la que espera ser perdonado por sus faltas en el día del juicio final: “salvo el mejor parecer del Sr. Ministro”, anota con toda la humildad que pueda caberle.



EN HONOR AL PROTECTOR DE LA BENEFICENCIA

Van pasando los días, los meses. De los fríos de enero y febrero a los calores de marzo y abril. Como cansada, la ciudad quiere despertar de las pesadillas de la dictadura y de los terremotos. En el cine están lejos los tiempos del cine documental de los Lumiére. Méliés tomó la estafeta cuando ya las imágenes de los hermanos precursores estaban cansando a los públicos, al agotarse la curiosidad por el novedoso invento. Con Méliés se pasó del testimonio a la ficción cinematográfica y el cine se convirtió en el espectáculo más frecuentado del siglo XX. Y con Pathé el cine se hizo industria. El gallito emblemático de los filmes Pathé “cantaba” y encantaba en Guatemala como en el resto del mundo. Max Linder, aquel cómico inspirador de Chaplin, entusiasmaba a las audiencias en los cines de la capital y del interior.








Doña Amelia se desespera. Muy pronto la competencia abrirá o reabrirá varias salas cinematográficas y por tanto urge inaugurar el Teatro Guatemala. El 14 de abril la señora Amelia Solares de Sánchez se dirige al Ministro de Fomento. Le informa que el edificio para el cine popular cuya autorización venía solicitando, estaba concluido. El edificio era de hermoso aspecto y segura construcción y se habían llenado uno por uno los requisitos del Ministerio “de su digno cargo” y de la Municipalidad.

Ha sido su primera intención, dice doña Amelia, el inaugurarlo con una función en honor al Excelentísimo Señor Presidente de la República, Doctor don Manuel Estrada Cabrera, a beneficio del Asilo de Maternidad Joaquina Pero como otro salón tiene ya anunciada tal función, se ha decidido realizarla siempre en honor del Protector de la Beneficencia, a beneficio de El Ropero Infantil, para lo cual se ha dirigido al Sr. Presidente, poniéndole a sus respetables órdenes el cine y ofreciéndole la función de inauguración que deberá tener lugar el sábado 19 de los corrientes si al Señor Presidente así le parece. Por lo tanto, solicita la licencia respectiva.

Ya inaugura su cine doña Amelia. Han sido tres funciones entre el sábado y el domingo, pero todavía no terminan sus pesares. Acude otra vez, el mismísimo lunes después de la inauguración, ante el Ministro Mendizábal, quejosa, refunfuñando contra el Director General de Obras Públicas. Dice la señora que como se le indicó que para obtener la licencia definitiva para operar faltaba la inspección del mencionado Romero, solicitó a dicho empleado (¡Pobre don Santiago Romero y sus ínfulas de Director General!) que la verificara. Sin embargo, él manifestó que no era de su incumbencia y para llevarla a cabo necesitaba orden escrita del Señor Ministro. Solicita doña Amelia que en vista de que se han llenado los requisitos ordene el ministro se haga la inspección y le conceda la licencia respectiva. Expresa la buena señora que cree (“y estoy segura de ello”) que viendo la justicia que le asiste, el ministerio no tendrá inconveniente en extenderle la licencia, pues de lo contrario se le ocasionarían grandes perjuicios en sus intereses, pues además de los fuertes gastos en la construcción del edificio, los ha tenido que hacer no menos fuertes al iniciar las funciones, y éstos son de tal naturaleza (luz, empleados, etc., etc.)

“que si no es trabajando el salón no tengo esperanza de reembolsarlos”. “Pero -dice doña Amelia- al hacer esta última relación, Señor Ministro, no he desconfiado de su buena voluntad para con migo (sic) por la que una vez más le rindo mis sinceros agradecimientos”.

Como de costumbre, el ministro atiende ese mismo día el escrito, enviando el expediente a Romero.





UN GIRO DRAMÁTICO AFORTUNADO PARA LA SEÑORA DE SÁNCHEZ

El funcionario devaluado a simple empleado por la viuda de Sánchez, no come ansias. Al día siguiente, 22 de abril envía la documentación a Policía y Ornato. Aquí ocurre algo que jamás sabremos que fue, pero que más de algún mal intencionado podría lapidar como tráfico de influencias. Recibido que es el expediente, el juzgado de Policía y Ornato se dirige al director de Obras Públicas, evacuando un informe elaborado ¡El 5 de abril! donde E. Aguirre V. y Carlos H. Martínez informan al Alcalde lo. Municipal sobre la inspección realizada al edificio del Teatro Guatemala. Dicen Aguirre y Martínez que se constituyeron en la 12 avenida sur y 14 calle oriente, en el solar en donde hubo casa de habitación,

“lugar en que se construye un edificio que por su aspecto y forma no hay duda que se destina para Teatro o Salón de Cinematógrafo u otros espectáculos análogos”.

Dicen los inspectores que el edificio es sencillo, de madera nueva, a excepción de dos paredes de calicanto, reforzadas de manera efectiva “que dan positiva seguridad para el caso que pudieran repetirse los temblores”. La descripción de los munícipes coincide con la de doña Amelia en su carta al Ministro del 6 de enero, o sea, un día después de la inspección, quién sabe si por casualidad o fatalidad. Lo cierto es que la persistente señora estaba presente durante la inspección, lo que es puesto de manifiesto por Aguirre y Martínez en su informe. Indican que dijeron a la Señora Solares de Sánchez sobre la necesidad de cambiar dos puertas en la entrada a luneta y la señora accedió. Acotan los inspectores que las proporciones del Teatro son suficientemente capaces para recibir desahogadamente las 800 personas que indica la propietaria. Se abstienen de hablar de la estética, porque faltan el techo, cielos, decorados, etc. y los asientos, pero que no dudan que las faltas quedarán llenadas. Que no ven inconveniente para conceder la licencia por considerar el edificio suficientemente garantizado para el objeto a que se le destina. “Es cuanto tenemos la honra de informar para lo que tenga el Señor Alcalde resolver”.

El expediente ha regresado a Santiago Romero. El funcionario apegado a la ley tiene ahora en sus manos el destino del Teatro Guatemala. En realidad, tiene en sus manos parte de la historia del cine en Guatemala. Su decisión tendrá que ver con la continuación o no de un capítulo del proceso de masificación de la cultura, de los mecanismos de homogeneización de la sociedad civil con la que el cine contribuye al proyecto nacional de los liberales. Pero el Sr. Romero no tiene esto en sus pensamientos. El está pensando en las leyes y en la vida. Es el 25 de abril de 1919. Falta menos de un año para que caiga la dictadura. La ciudad escombrosa ya comienza a pensar en el centenario de la independencia de España. Don Santiago Romero toma su pluma y escribe su dictamen:

El edificio reúne buenas condiciones en su construcción, la cual se ha practicado de la mejor manera posible conforme el plano y proyecto, prestando el edificio seguridad para los movimientos sísmicos. Por lo expuesto y salvando el mejor parecer del Señor Ministro, no hay inconveniente en acceder a la solicitud de doña Amelia Solares v. de Sánchez.
Santiago Romero.


Fuentes


Documentales

Legajo 22081 (Sig. 19-b), Ministerio de Fomento, 1919, Archivo General de Centro América.

Cronología General de la Producción de Cine en Guatemala, s.f., inédita, Cinemateca Universitaria Enrique Torres.

Andreu Corzo, Guillermo, mecanuscrito inédito, s.f., Cinemateca Universitaria Enrique Torres.


Hemerográficas

“Señora doña Amelia Solares de Sánchez”, (fotografía en Galería de Bellezas, Página
Literaria) Diario de Centro América, 4 de abril de 1909.

“Teatro Guatemala', en "Ecos sociales”, Diario de Centro América, 26 de marzo de 1919.
“Conferencia”, Diario de Centro América, 2 de abril de 1919, pág. 1.
“Max Linder”, Diario de Centro América, 2 de abril de 1919, pág. 6.

“De teatros”, Diario de Centro América, 12 de abril de 1919, pág. 7.

“Inauguración del Teatro Guatemala”. En "Ecos sociales', Diario de Centro América, 15 de abril de 1919, pág. 4.

“Teatro Europeo”, Diario de Centro América, 21 de abril de 1919.
“Información diversa”, Diario de Centro América, 23 de abril de 1919, pág. 3.

Bibliográficas

Aragón, Magda y Edgar Barillas
1992 "Guatemala: café, capitalismo dependiente y cine silente”. En Cine Latínoamericano 1986-1930, Venezuela: Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano.

Barillas, Edgar, Marisol Guirola y Rafael H. Vacaro
1988 'Documentos fílmicos de la historia de Guatemala: los materiales de la Cinemateca Universitaria “Enrique Torres”. En Hojas de cine, testimonios y documentos del nuevo cine latinoamericano. México: Secretaría de Educación Pública y Universidad Autónoma Metropolitana. Volumen III Centroamérica y el Caribe. págs. 267-274.

Gellert, Gisela
1990 “Desarrollo de la estructura espacial en la ciudad de Guatemala: desde su fundación hasta la Revolución de 1944”. En Guatemala: dos estudios sobre su evolución urbana (1524-1950). Guatemala: Centro de Estudios Urbanos y Regionales, USAC.

Gortari Carlos y Carlos Barbáchano
1981 El cine, arte, evasión y dólares. España: Salvat Editores S.A., Colección Salvat Temas Clave.

Peláez Almengor, Oscar Guillermo
1994 La Nueva Guatemala de la Asunción y los terremotos de 1917-1918. Guatemala: CEUR, USAC. 1994.

Pinto Soria, J. C.
1990 “Guatemala de la Asunción: una semblanza histórica”. En Guatemala: dos estudios sobre su evolución urbana (1524-1950). Guatemala: Centro de Estudios Urbanos y Regionales, USAC.



Publicado en: Estudios, revista de antropología, arqueología e historia, 3a. época, No. 2/95, agosto de 1995, Guatemala, Instituto de Investigaciones Históricas, Antropolóticas y Arqueológicas, Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala, pp. 7-20

Comments

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